¿Cómo influyen las emociones en nuestra salud?
Las emociones influyen sobre la salud y el bienestar. Los antiguos ya conocían esto. La Medicina Tradicional China relaciona cinco elementos de la naturaleza (los 5 movimientos) con órganos, funciones y emociones. Así, simplificando, el Agua-Riñón se corresponde con el Miedo, la Madera-Hígado con la Ira, la Alegría con el Corazón-Fuego, la Obsesión con el Bazo-Tierra y la Tristeza con el Metal-Pulmón.
Hipócrates, el padre de la Medicina, hablaba, a su vez, del equilibrio de los 4 Elementos, los 4 Humores, las 4 Estaciones y su correspondencia con un modelo de rasgos físicos y de la personalidad que luego se perfiló mejor: Aire-Sanguíneo, Fuego-Colérico, Tierra-Melancólico, Agua-Flemático.
La Alquimia Occidental, heredera del Antiguo Egipto, en la Edad Media unía la metalurgia, la medicina y la mística. La Alquimia -tan distorsionada como desconocida-, trataba de transmutar mediante la piedra filosofal el mercurio en oro, una metáfora de transformación de la persona: se disgregaba o separaba plantas o metales para volverlos a unir y de esta forma purificar el alma a través del cuerpo.
En la actualidad, la Psiconeuroendocrinoinmunología, nueva rama de la Medicina, estudia la interrelación de la mente con el cuerpo. Desde diferentes abordajes, pone de manifiesto la influencia de factores psicológicos y sociales en la respuesta de los sistemas inmunológico, nervioso y endocrino a los factores causantes de desequilibrio y enfermedad.
Las emociones influyen en la frecuencia cardiaca y la presión arterial. El estrés, la depresión y la inflamación son capaces de activar y modificar el equilibrio del sistema defensivo. Cada uno de nuestros pensamientos y emociones influye sobre hormonas, proteínas y neurotransmisores determinando nuestro grado de salud.
Se ha demostrado que las personas, según su estado de ánimo, tienen una composición sanguínea distinta de hormonas y neuropéptidos. Ambos, mensajeros químicos. Con estrés, preocupación y ansiedad se incrementan la adrenalina y el cortisol. La adrenalina aumenta la glucosa en sangre, la tensión arterial, el ritmo cardíaco y el respiratorio, y nos prepara para luchar o huir. Esta reacción es vital en situaciones de peligro real, pero el estrés la mantiene de forma permanente minando la salud. El cortisol, hormona del estrés, entre otras funciones eleva los niveles de azúcar, regula la producción y consumo de grasas y deprime el sistema inmune. Anímicamente, nos hace irritables, estimula la ira, la falta de sentido del humor y/o las ganas de llorar, causando inestabilidad emocional.
Estos efectos pueden contrarrestarse con la risa, los abrazos, las caricias, un masaje relajante, el ejercicio moderado, un paseo por el campo, escuchando música, cantando o bailando, meditando, mostrando empatía o ayudando a otras personas… Todo ello y la práctica de cualquier afición con la que disfrutemos aumenta las endorfinas. Son hormonas opioides segregadas por la hipófisis que dan la sensación de bienestar, permiten que nos deleitemos en el fluir de la vida, mejoran nuestro sistema inmunológico, despiertan la libido y además tienen efecto analgésico y calmante. Con la sensación de satisfacción o felicidad se libera también dopamina, un neurotransmisor responsable de la motivación y la recompensa, el sueño, el humor y el aprendizaje.Así pues, con nuestro pensamiento y la forma de interpretar la realidad tenemos en nuestras manos la capacidad real de tener control sobre nuestras vidas. Joe Dispenza doctor en Quiropráctica, bioquímico y neurocientífico, sostiene que la mente, acompañada de emociones elevadas como el amor, la alegría o el agradecimiento, puede curarnos.
Comentarios
Publicar un comentario